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  • El sistema de cuidado infantil de Estados Unidos depende de los inmigrantes. Sin ellos, podría colapsar

    El sistema de cuidado infantil de Estados Unidos depende de los inmigrantes. Sin ellos, podría colapsar

    ALBUQUERQUE, N.M. — La casa de Maggi, situada en un barrio residencial de esta ciudad, es un refugio para las familias locales. Es un lugar donde, tras solo unas semanas en el programa de cuidado infantil familiar de Maggi esta primavera, un niño en edad preescolar empezó a llamarla “mamá” y a su marido “papá”. Los niños que han terminado el programa de Maggi siguen rogando a sus padres que los lleven a su casa en lugar ir de al colegio.

    En los últimos meses, cada vez son menos las familias que acuden a la guardería: se han intensificado las medidas de control de la inmigración y las políticas migratorias han cambiado rápidamente. Tanto Maggi como las familias que dependen de ella, algunas de las cuales son inmigrantes, ya no se sienten seguras. 

    “Hay mucho miedo en la comunidad latina, y todos ellos son buenas personas, gente buena y trabajadora”, dijo Maggi, de 47 años, en español a través de un intérprete una mañana reciente, mientras observaba a un recién nacido dormir en lo que solía ser su sala de estar. Desde que comenzó su propio negocio de cuidado infantil hace dos años, ha dedicado casi cada centímetro de su espacio común a crear un oasis colorido y lleno de juguetes para los niños. Maggi no entiende por qué tantos inmigrantes corren ahora el riesgo de ser deportados. “Llevamos aquí mucho tiempo”, dijo. “Hemos estado trabajando honestamente”.

    Los inmigrantes como Maggi desempeñan un papel crucial en el cuidado infantil en el hogar, así como en el sistema de cuidado infantil más amplio de Estados Unidos, que cuenta con más de 2 millones de trabajadores, en su mayoría mujeres. (The Hechinger Report no utiliza el apellido de Maggi por motivos de seguridad, tanto para ella como para las familias que utilizan sus servicios). Es muy difícil encontrar y retener a los cuidadores, no solo porque el trabajo es duro, sino también por los salarios bajos y las prestaciones limitadas. A nivel nacional, los inmigrantes representan casi el 20 % de la mano de obra dedicada al cuidado infantil. En la ciudad de Nueva York, los inmigrantes representan más del 40 % de la mano de obra dedicada al cuidado infantil. En Los Ángeles, casi el 50 %. 

    Maggi juega con una de sus pupilas en el patio trasero de su guardería. Maggi dirige una de las pocas guarderías que ofrecen atención las 24 horas del día, los 7 días de la semana, en su ciudad. Credit: Jackie Mader/The Hechinger Report

    La guerra de largo alcance de la administración Trump contra la inmigración, que incluye cuotas diarias para la detención de inmigrantes, nuevas restricciones a los permisos de trabajo y la detención de residentes legales, amenaza el ya frágil sistema de cuidado infantil de Estados Unidos. Los proveedores inmigrantes, especialmente aquellos que atienden a familias inmigrantes, se han visto especialmente afectados. Al igual que Maggi, los proveedores de cuidado infantil de todo el país están viendo cómo las familias desaparecen de su cuidado, lo que amenaza la viabilidad de esos negocios. En Estados Unidos, uno de cada cuatro niños menores de seis años tiene al menos un progenitor nacido en el extranjero. Algunos niños que podrían beneficiarse de cuidadores experimentados se encuentran ahora en casa con hermanos mayores o parientes ancianos, perdiéndose la socialización y la preparación para el jardín de infancia que los centros de cuidado proveen. Algunos trabajadores inmigrantes, independientemente de su situación, tienen demasiado miedo para ir a trabajar, lo que agrava la escasez de personal. Recientemente, la administración anunció que prohibiría el acceso de los niños indocumentados a Head Start, el programa de cuidado infantil financiado por el gobierno federal para niños de familias con bajos ingresos.

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    “Las políticas antiinmigrantes pueden y van a debilitar toda nuestra infraestructura de cuidado infantil”, afirmó Karla Coleman-Castillo, analista política sénior del Centro Nacional de Derecho de la Mujer. Los programas domiciliarios, en particular, se verán afectados, ya que suelen atender a más familias inmigrantes. “Cualquier cosa que amenace la estabilidad de la capacidad y la comodidad de las familias para acceder a la educación infantil, y la comodidad de los educadores para incorporarse o permanecer en el mercado laboral, va a afectar a un sector ya de por sí precario”.

    Para Maggi, las consecuencias no se han hecho esperar. En febrero, solo unas semanas después de que se anunciaran los primeros cambios, su matrícula pasó de 15 niños al día a siete. Algunas familias regresaron a México. Otras se pusieron tan nerviosas que no se atrevían a desviarse de sus rutas de trabajo ni siquiera para dejar a sus hijos rápidamente. Algunas ya no querían dar su información al estado para obtener ayuda para pagar la guardería.

    En mayo, solo dos niños, un bebé y un niño de 4 años, estaban matriculados a tiempo completo, junto con seis niños que acudían a la guardería antes o después del colegio. Maggi acepta a niños que pagan de forma privada y a aquellos que pagan con subsidios de cuidado infantil a través del programa estatal para niños de bajos ingresos. Gana unos 2.000 dólares al mes por el bebé y el niño en edad preescolar, y unos doscientos más cada semana por el cuidado después de la escuela, lo que supone una reducción significativa con respecto a los 9.000 o 10.000 dólares de finales de 2024. Para los padres que no reciben subsidios estatales, mantiene sus tarifas bajas: menos de 7 dólares la hora. “Me dicen que soy barata”, dice Maggi con una leve sonrisa. Pero ella no está dispuesta a subir sus tarifas. “Yo era madre soltera”, dijo. “Recuerdo que me costaba mucho encontrar a alguien que cuidara de mis hijos cuando tenía que trabajar”. 

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    Como muchos proveedores de cuidado infantil que emigraron a Estados Unidos siendo adultos, Maggi comenzó su carrera en un campo completamente diferente. Cuando era una joven madre, Maggi se licenció en Derecho en una universidad de México y trabajó en la fiscalía del estado de Coahuila, en el norte del país. Su trabajo le obligaba a trabajar muchos fines de semana y hasta altas horas de la noche, haciendole difícil cumplir con sus obligaciones como madre soltera. “Me siento muy mal por no haber podido pasar más tiempo con mis hijas”, añade. “Me perdí gran parte de su infancia”. 

    Durante un año, cuando sus hijas estaban en la escuela primaria, Maggi las matriculó en un internado, las dejaba allí los domingos por la noche y las recogía los viernes por la tarde. Algunos fines de semana, se llevaba a las niñas a su oficina, aunque sabía que no era un lugar adecuado para ellas. Maggi anhelaba un trabajo diferente en el que pudiera pasar más tiempo con ellas.

    Hace unos 15 años, cuando la violencia se recrudeció en México, Maggi empezó a pensar seriamente en emigrar. Su primo fue secuestrado y los policías con los que trabajaba fueron asesinados. Maggi recibió amenazas de muerte de los delincuentes a los que había ayudado a procesar. Entonces, un día, unos hombres la detuvieron y le dijeron que sabían dónde vivía y que tenía hijas. “Fue entonces cuando dije: esto no es seguro para mí”.

    En 2011, Maggi y las niñas emigraron a Estados Unidos, llevándose todo lo que cupo en cuatro maletas. Terminaron en El Paso, Texas, donde Maggi vendía gelatina y tamales para ganarse la vida. Tres años más tarde, se mudaron a Albuquerque. Maggi conoció a su marido, se casaron y poco después dieron la bienvenida a un hijo, su cuarto hijo.

    En Albuquerque, Maggi se estableció en una vida dedicada al cuidado infantil profesional, lo que le resultó natural y le permitió pasar más tiempo con su familia que lo que había podido en México. Ella y su marido se sometieron a un intenso proceso de selección y se convirtieron en padres de acogida. (Nuevo México no exige que las personas tengan un estatus migratorio legal para ser padres de acogida). Maggi matriculó a su hijo menor en un centro Head Start, donde los administradores la animaron a empezar a trabajar como voluntaria. Le encantaba estar en el aula con los niños, pero sin permiso de trabajo no podía convertirse en profesora de Head Start. En su lugar, después de que su hijo empezara la escuela primaria, empezó a ofrecer cuidados infantiles de manera informal a familias que conocía. Maggi obtuvo la licencia del estado hace dos años, tras un largo proceso que incluyó varias inspecciones, una verificación de antecedentes y una formación obligatoria en RCP y principios de cuidado infantil.

    Maggi no tardó en crear un negocio muy respetado que cubría una necesidad acuciante en Albuquerque. El suyo es uno de los pocos programas de cuidado infantil de la zona que ofrece atención las 24 horas del día, los 7 días de la semana, algo poco habitual en el sector a pesar de la gran necesidad que existe. Los padres que confían en ella son profesores, cuidadores de personas mayores y personas que atienden llamadas al 911.

    En la sala de estar de Maggi, los niños se mueven libremente entre áreas de aprendizaje cuidadosamente seleccionadas con estanterías repletas de juguetes de colores, materiales de arte colocados en una mesa en miniatura y filas de libros. Los pósters educativos de sus paredes refuerzan los colores, los números y las formas. Le encanta exponer a los niños a nuevas experiencias, y con frecuencia los lleva de excursión a tiendas de comestibles o restaurantes. Es cariñosa, pero tiene grandes expectativas para los niños, insistiendo en que recojan lo que ensucian, sigan las instrucciones y digan “por favor” y “gracias”.

    “Quiero que tengan valores”, dijo Maggi. “Les enseñamos a respetar a los animales, a las personas y a los demás”.

    A finales de 2024, el negocio de Maggi estaba floreciendo y ella esperaba seguir creciendo. 

    Entonces, Donald Trump asumió el cargo.

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    Aún no se han publicado datos sobre hasta qué punto las políticas de inmigración de la actual administración han afectado a la disponibilidad de servicios de cuidado infantil. Pero las entrevistas con los proveedores de cuidado infantil y las investigaciones apuntan a lo que puede suceder en el futuro, y que ya está sucediendo. 

    Después de que una política de 2008 permitiera al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas verificar el estatus migratorio de las personas detenidas por la policía local, se produjo un marcado descenso en la matriculación en guarderías tanto de niños inmigrantes como no inmigrantes. También se produjo una disminución en la oferta de trabajadores de guarderías. Aunque las mujeres eran una minoría entre los deportados, los investigadores descubrieron que la política provocó temor en las comunidades de inmigrantes y muchos abandonaron sus rutinas normales.

    En el sector del cuidado infantil, eso es problemático, según los expertos. Los inmigrantes que trabajan en este sector suelen tener un alto nivel de formación y están muy capacitados para interactuar positivamente con los niños, incluso más que los trabajadores nativos. Si una parte cualificada de la mano de obra es esencialmente “purgada” porque tiene demasiado miedo de ir a trabajar, eso reducirá la calidad del cuidado infantil, afirma Chris Herbst, profesor asociado de la Universidad Estatal de Arizona que ha estudiado el efecto de la política de inmigración en el cuidado infantil. “Como resultado, los niños recibirán un servicio deficiente”.

    Los programas domiciliarios como el de Maggi se encuentran entre los más vulnerables. Los hijos de inmigrantes son más propensos a estar en esos entornos de cuidado infantil. Sin embargo, en la década anterior a la pandemia, el número de programas domiciliarios disminuyó en un 25 % en todo el país, en parte debido a las dificultades financieras para mantener este tipo de negocios. 

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    Una mañana reciente, Maggi estaba de pie en su sala de estar, vestida con una bata blanca adornada con coloridas mariquitas de dibujos animados. El año pasado, la sala habría estado llena de niños. Ahora está en silencio, salvo por la charla de Kay, la única niña en edad preescolar a la que cuida cada día. (The Hechinger Report no utiliza el nombre completo de Kay para proteger su privacidad). Mientras la pequeña se sentaba en una de las mesitas a hacer una manualidad, Maggi acunaba al bebé, que acababa de despertarse de la siesta. Los ojos del bebé se fijaron en el rostro de Maggi mientras ella lo mimaba. 

    “¡Hola, chiquito!”, le dijo en español. Él esbozó una sonrisa y el rostro de Maggi se iluminó.

    Mientras una de sus hijas se encargaba de alimentar al recién nacido, Maggi siguió a Kay al exterior. La niña de preescolar saltaba del arenero a los columpios y a la casita de juegos, con Maggi siguiéndola diligentemente y jugando a su lado.

    Los defensores y expertos afirman que el aumento de las medidas de control de la inmigración puede causar estrés y traumas a los niños pequeños. En Estados Unidos, uno de cada cuatro niños menores de seis años tiene al menos un progenitor nacido en el extranjero. Credit: Jackie Mader/The Hechinger Report

    Finalmente, Kay se detuvo y apoyó la cabeza en la cadera de Maggi. Maggi le acarició suavemente la cabeza y le preguntó si estaba lista para mostrar sus habilidades preescolares. Las dos se sentaron en una mesita a la sombra y Kay observó con entusiasmo mientras Maggi sacaba pequeños juguetes de plástico. Kay apiló tres tortugas de plástico. “¡Mamá, mira! ¡Son amigas!”, dijo Kay, riendo. 

    Kay llegó al programa de Maggi después de que su madre la sacara de otro programa en el que sentía que no la trataban bien. Aquí, Kay es tan feliz que se esconde cuando su madre viene a recogerla. Sin embargo, a Kay le falta un aspecto clave de la experiencia del cuidado infantil. Normalmente, la niña tendría varios amigos de su edad con los que jugar. Ahora, cuando le preguntan quiénes son sus amigos, nombra a las hijas adultas de Maggi.

    A Maggi le preocupan aún más los niños que ya no ve. La mayoría están ahora al cuidado de sus abuelos, pero es poco probable que esos familiares sepan cómo estimular el desarrollo y la educación de los niños, dijo Maggi. Muchos no pueden correr con los niños como ella lo hace, y es más probable que recurran a las tabletas o la televisión para entretenerlos.

    Ha visto los efectos en los niños que abandonan su programa y regresan más tarde habiendo retrocedido. “Algunos de ellos están haciendo bien las cosas conmigo, y luego, cuando regresan, se han quedado atrás”, dijo. Por ejemplo, un niño al que Maggi solía cuidar acababa de empezar a caminar cuando su madre lo sacó de la guardería a principios de este año, al comienzo de la campaña de represión de la inmigración. Al estar al cuidado de un familiar, Maggi descubrió que ahora pasan gran parte del día sentados en casa.

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    Antes de que comenzara la segunda administración Trump, el panorama de la atención infantil parecía prometedor en Nuevo México, un estado con una tasa de pobreza infantil crónicamente alta. En 2022, Nuevo México comenzó a implementar una serie de cambios en las políticas de atención infantil. Los votantes aprobaron una enmienda constitucional que garantiza el derecho a la educación infantil temprana, con financiación sostenida para apoyarla. El estado ahora permite que las familias que ganan hasta el 400 % del nivel federal de pobreza, o casi 125.000 dólares al año, puedan optar a la guardería gratuita. Eso incluye a la mayoría de los hogares del estado. Entre otros cambios está que ahora se paga más a los proveedores por los niños que inscriben a través del programa de asistencia del estado. 

    El aumento ha sido útil para muchos proveedores, incluida Maggi. Antes de la pandemia, recibía unos 490 dólares al mes del estado por cada niño en edad preescolar inscrito en su programa, frente a los 870 dólares al mes que recibe ahora. Si inscribe a bebés que cumplen los requisitos para recibir asistencia para el cuidado infantil, recibe 1.100 dólares al mes, casi 400 dólares más que antes de la pandemia. Sin embargo, necesita que los niños estén inscritos para recibir los pagos. El hecho de que su programa funcione las 24 horas del día, los siete días de la semana, le ayuda. Gana dinero extra del estado cuando cuida a los niños por las tardes y los fines de semana, y recibe una mensualidad para cubrir los gastos de los niños en acogida que recibe.

    Los defensores del cuidado infantil en Nuevo México están preocupados porque la política de inmigración afectará al progreso del sector. “Me preocupa que podamos perder centros de educación infantil que podrían ayudar a las familias trabajadoras”, afirmó Maty Miranda, organizadora de OLÉ Nuevo México, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la defensa de los derechos. “Podríamos perder a valiosos profesores y los niños perderían esos fuertes vínculos”. Las medidas de control de la inmigración han tenido “un enorme impacto emocional” en los proveedores del estado, añadió. 

    Las autoridades estatales no respondieron a una solicitud de datos sobre cuántos proveedores de cuidado infantil son inmigrantes. En todo el estado, los inmigrantes representan alrededor del 13 % de la población activa total. 

    Muchos educadores locales de la primera infancia están asustados debido a la aplicación más extrema de las leyes de inmigración, al igual que lo están los niños a su cargo, dijo Miranda. “A pesar del miedo, los maestros me dicen que cuando entran en sus aulas, intentan olvidar lo que está pasando fuera”, añadió. “Son profesionales que intentan continuar con su trabajo”.

    Maggi dijo que está tan ocupada con los niños que permanecen a su cuidado que no tiene tiempo extra para trabajar en otro empleo y obtener más ingresos. No especula sobre cuánto tiempo podrá sobrevivir su familia, sino que prefiere centrarse en la esperanza de que las cosas mejoren.

    El mayor temor de Maggi en este momento es el bienestar de los hijos de los inmigrantes a los que ella y tantos otros proveedores de servicios a domicilio atienden. Sabe que algunos de sus niños y familias corren el riesgo de ser detenidos por el ICE, y que ese tipo de interacciones, para los niños, pueden provocar trastornos de estrés postraumático, alteraciones en el desarrollo cerebral y cambios de comportamiento. Algunos de los padres de Maggi le han dejado números de emergencia por si son detenidos por los funcionarios de inmigración. 

    Muchos de los niños a los que Maggi cuida después de la escuela tienen la edad suficiente para comprender que la deportación es una amenaza. “Muestran miedo, porque sus padres están asustados”, dijo Maggi. “Los niños están empezando a vivir con eso”.

    En medio de los vertiginosos cambios políticos, Maggi intenta seguir mirando hacia adelante. Está trabajando para mejorar sus habilidades en inglés. Su marido está obteniendo una credencial para poder ayudarla más en su programa. Sus tres hijas están estudiando para convertirse en educadoras de la primera infancia, con el objetivo de unirse al negocio familiar. Con el tiempo, quiere atender a niños de preescolar inscritos en el programa estatal, lo que le proporcionará una fuente de ingresos estable.

    A pesar de toda la incertidumbre, Maggi dice que la sostiene un propósito mayor. “Quiero que disfruten de su infancia”, dijo en una tarde soleada, mirando con cariño a Kay mientras la niña dejaba sus pequeños zapatos rosas a un lado y saltaba a un arenero. Es el tipo de infancia que Maggi recuerda en México. Kay se rió encantada cuando Maggi se agachó y vertió arena fresca sobre los pies de la pequeña. “Una vez que creces, no hay vuelta atrás”.

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    Esta historia sobre los inmigrantes fue producida por The Hechinger Report, una organización de noticias independiente y sin fines de lucro que se centra en la desigualdad y la innovación en la educación. Suscríbase al boletín informativo del Hechinger.

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  • Una de cada cinco personas que proveen cuidado infantil es inmigrante.

    Una de cada cinco personas que proveen cuidado infantil es inmigrante.

    Nueve días después de que el presidente Donald Trump firmara órdenes ejecutivas con medidas enérgicas contra la inmigración ilegal, Damaris Alvarado-Rodríguez decidió cerrar un aula en una de sus guarderías en Filadelfia.

    A pesar de tener tarjetas de residencia, las maestras de ese salón de clases, en donde atienden a niños y niñas que tienen un año de edad, estaban demasiado nerviosas para ir a trabajar. Desde que Trump tomó posesión, sus funcionarios se han enfocado en Filadelfia y otras denominadas ciudades santuario donde se limita la cooperación en la aplicación de las leyes de inmigración. Los agentes de inmigración han estado presentes constantemente en los vecindarios donde están situados los tres centros de Alvarado-Rodríguez.

    “Tengo mucho miedo de cómo esto va a afectar a nuestros niños, familias y personal”, dijo.

    En un programa de cuidado infantil familiar en Albuquerque, Nuevo México, Maggie, de 47 años, quien fue abogada antes de emigrar desde México hace 10 años, también ha visto los rápidos efectos de las órdenes ejecutivas. Cinco de los 12 niños a su cuidado dejaron de presentarse. Maggie dijo a través de un intérprete que los padres deciden dejar a sus hijos pequeños con hermanos mayores o abuelos en lugar de con ella, es decir, que salen de casa solo para trabajar y así estar fuera del alcance de las autoridades lo más posible. (The Hechinger Report no utiliza los nombres completos de algunos de los entrevistados porque temen por su seguridad). 

    “Los padres dijeron: ‘Vamos a esperar a que las cosas se calmen’”, dijo Maggie.

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    En Estados Unidos, 1 de cada 5 trabajadores de cuidado infantil es inmigrante. En ciudades grandes como Nueva York, los inmigrantes constituyen más del 40 % de la fuerza laboral de cuidado infantil. En Los Ángeles, es de casi el 50 %.

    “En la economía del cuidado infantil, los inmigrantes son la columna vertebral de este trabajo”, afirma Erica Phillips, directora ejecutiva de la Asociación Nacional de Cuidado Infantil Familiar. Estos educadores de la primera infancia se “dedican a prestar uno de los servicios más esenciales y con mayor impacto para los niños pequeños de todo el país”.

    Los expertos opinan que las órdenes ejecutivas de Trump amenazan dicha columna vertebral. Entre otros cambios, las órdenes amplían las normas sobre qué inmigrantes pueden ser deportados rápidamente, sin tener una audiencia; exigen que algunos no ciudadanos se registren y presenten huellas dactilares; y limitan los permisos de trabajo.

    Un patio de recreo en uno de los centros de cuidado infantil que Damaris Alvarado-Rodríguez dirige en Filadelfia. Alvarado-Rodríguez recientemente cerró una de las aulas porque varios maestros tenían miedo de ir a trabajar debido a posibles redadas de ICE. Credit: Image provided by Damaris Alvarado-Rodriguez

    Varios proveedores de cuidado infantil dijeron que la situación parece más grave que en años anteriores. La actual administración ha establecido cuotas diarias de aprehensiones de inmigrantes, lo que ha producido arrestos de más inmigrantes por día que el promedio bajo la administración anterior. Esto incluye a muchos sin antecedentes penales, que no eran el blanco de la ejecución de la ley bajo el expresidente Joe Biden. Asimismo, Trump ha impulsado medidas para terminar con el estatus legal de millones de personas pues propuso eliminar la ciudadanía por nacimiento.

    Estados Unidos no puede permitirse perder personal de cuidado infantil. Hay ya muchos programas que tienen problemas crónicos de rotación de trabajadores, lo que puede crear inestabilidad en las vidas de los niños y niñas a su cuidado. Las tasas de rotación en el sector de cuidado infantil son  65 % más altas que el promedio en otros sectores. Los salarios bajos (una trabajadora promedio de cuidado infantil gana 13,07 dólares la hora) dificultan la contratación de personal. A menudo, los cuidadores carecen de prestaciones y pueden ganar más al trabajar en restaurantes de comida rápida o en venta minorista. La pandemia debilitó la fuerza laboral, algo que se ha tardado en reponer. Para lidiar con la escasez de cuidadores infantiles, varios estados han intentado aprobar leyes que permitan a los adolescentes trabajar en dichas aulas. 

    “Ya estamos empezando desde un punto en el que no hay suficiente cuidado infantil, los programas están en apuros y la fuerza laboral ya está viviendo un estrés increíble”, dijo Lea Austin, directora ejecutiva del Centro para el Estudio del Empleo en el Cuidado Infantil de la Universidad de California en Berkeley. “Solo podemos esperar que esto vaya a devastar aún más todo el ecosistema de cuidado y educación temprana”.

    El país lleva mucho tiempo recurriendo a los inmigrantes para los trabajos de cuidado, incluido el cuidado infantil y otras labores como el cuidado de personas mayores. Los inmigrantes tienen mayor probabilidad de servir como cuidadores de “amistades, familiares y vecinos” al asumir acuerdos informales de atención donde hay flexibilidad y que son más populares entre padres de familia.

    Al desempeñar estas funciones de cuidado, los inmigrantes permiten que otros padres puedan trabajar. Se calcula que hay 142.000 inmigrantes indocumentados que trabajan como niñeras y asistentes de atención personal o de salud en el hogar en todo el país, lo que crea “un efecto multiplicador de productividad en toda la economía”, según una investigación del Center for American Progress. En la ciudad de Nueva York, la mayoría de las 14.000 niñeras de la ciudad son inmigrantes.

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    En el norte de California, Adriana, una joven de 27 años que emigró de México hace dos años, dijo que quiere empezar a trabajar y que recientemente le ofrecieron un empleo en una compañía grande. No obstante, primero necesita encontrar una guardería para su bebé de 3 meses, y le preocupa que los funcionarios de inmigración la separen de su bebé. “Tengo miedo, sobre todo porque parece que podrán entrar en mi lugar de trabajo”, dijo a través de un intérprete. “Me preocupa dejar a mi bebé solo”.

    El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE, por sus siglas en inglés) no respondió a las múltiples solicitudes de comentarios. Una de las órdenes ejecutivas de Trump, firmada poco después de haber asumido el cargo, anuló las restricciones que impedían que ICE realice redadas en escuelas y programas de cuidado infantil.

     Las tarjetas rojas que ofrecen algunos programas de cuidado infantil y escuelas, como estas en un centro en Texas, tienen como objetivo ayudar a las familias a comprender sus derechos en caso de ser detenidas por agentes de inmigración. Credit: Jackie Mader/The Hechinger Report

    La política de inmigración puede tener un efecto paralizador en las comunidades, lo que hace que los inmigrantes eviten trabajos que podrían aumentar su visibilidad ante las autoridades, dijo Chris Herbst, profesor asociado de la Universidad Estatal de Arizona, que estudió el impacto de la política en el cuidado infantil entre 2008 y 2014. Debido a que el sistema de cuidado infantil de Estados Unidos depende tanto del trabajo de los inmigrantes, “los impactos son instantáneos”, añadió.

    En Albuquerque, Ana dirige un programa de cuidado infantil que atiende a 50 familias del área, la mayoría de las cuales son ciudadanas estadounidenses. Ana se fue de México en 2020 con su esposo y su hijo pequeño cuando la violencia aumentó en su estado natal de Sinaloa, y ahora le preocupa que la puedan deportar. Ese tipo de preocupación la comparte su personal: tres de sus 14 empleados han dejado de ir a trabajar por miedo a las redadas de inmigración.

    Recientemente, Ana y su esposo reunieron algunas pertenencias en caso de ser detenidos. Para prepararse, también han considerado certificar un documento de tutela encargando a su hijo de 3 años, que es ciudadano estadounidense, así como de su hijo de 8 años, que no es ciudadano, a un familiar. “Lo que nos motiva es mejorar la situación de nuestras familias, vivir en mejores lugares y aumentar las oportunidades para nuestros hijos”, dijo. “Esperamos que [los funcionarios de inmigración] persigan a los delincuentes y no intenten seguir o perseguir a personas que son buenas y trabajadoras”.

    Elida Cruz dirige un programa de cuidado infantil en el centro de California donde atiende a los hijos de trabajadores migrantes. Cruz opina que el miedo es palpable en algunos de los padres de familia; tanto ella como su esposo reparten víveres y transportan a los pequeños hacia y desde su programa de cuidado infantil para que los padres puedan limitar su tiempo fuera de casa. Su esposo escogió una palabra clave con una familia, la cual pronuncia tres veces para que los padres sepan que es seguro abrir la puerta.

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    Cruz, como muchas otras proveedoras de cuidado infantil, ha intentado educar a las familias inmigrantes sobre sus derechos al compartir con ellas recursos disponibles y entregarles “tarjetas rojas” que aconsejan a las personas sobre qué hacer si se les acercan agentes de inmigración. Además de preocuparse por los efectos en las familias y los niños, le preocupa qué sucederá si dichas familias se van. “Financieramente, sería la devastación de mi negocio”, dijo. “Tendría que cerrar. Me quedaría sin clientes, sin niños”, añadió. “Nuestros negocios se van a hundir porque todos dependemos de los trabajadores del campo”. 

    Puede que solo sea cuestión de tiempo: incluso los niños pequeños a su cargo parecen estar conscientes de que las cosas podrían cambiar en cualquier momento. “Es desgarrador ver las caritas de los niños, llenas de miedo”, dijo. Un niño preguntó si los agentes de inmigración vendrían a su centro.

    Cruz le dijo lo único que se le ocurrió, aunque sabía que era una mentira piadosa. 

    “Le dije: ‘¿Sabes por qué no van a venir aquí? … Porque ni siquiera tienen nuestra dirección, así que no saben que estamos aquí, mijo’”. 

    Camilla Forte contribuyó con el reportaje.

    Comunícate con Jackie Mader al 212-678-3562 o [email protected]

    Este artículo sobre el cuidado infantil fue producido por The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro centrada en la desigualdad y la innovación en la educación. Suscríbete a nuestro boletín de noticias.

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